El Erasmus no se libra tampoco de
la ya mítica crisis económica. Si antes los estudiantes abandonaban el país
para disfrutar de una nueva experiencia en sus vidas y como un medio para
crecer tanto cultural como personalmente, ahora muchos se ven obligados a
marcharse en busca de alguna oportunidad laboral adecuada a sus estudios. Los
nervios, la inquietud o la alegría que despertaba entre los jóvenes el poder
salir a descubrir el mundo está cambiando en los últimos tiempos y en muchos de
ellos ya no se refleja la felicidad de los momentos antes de partir. Las
familias se despiden apenadas de ellos y confían que únicamente será por un
tiempo, pero no saben que ese tiempo a veces es demasiado largo…
De esta forma Concha Caballero,
periodista de El País, analiza en un artículo publicado en la edición de Andalucía el goteo
incesante de nuevos licenciados y diplomados, de gente joven que se va de
España porque aquí no encuentra un medio para vivir. Se abren al mundo y aunque
cuentan con estudios especializados, aceptan cualquier tipo de trabajo en el
extranjero con retribuciones escasas, muchas veces, simplemente para aprender o
reforzar la lengua del país al que acuden. No hay estadísticas oficiales sobre
ellos, porque generalmente escapan del perfil de emigrante al que estamos
acostumbrados. Pero ahí están o mejor dicho ahí se van… a repartir sus saberes
y conocimientos por todo el mundo, en busca de un lugar donde se sientan
reconocidos y vean su esfuerzo recompensado. Según la periodista, “un tremendo
error que pagaremos muy caro, aunque todavía no lo sepamos”.
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